El episodio del avión sanitario y las reacciones que desató marcaron un punto de inflexión. Las promesas de que no volverá a suceder no alcanzan a aventar las suspicacias. La administración del aislamiento sigue generando visiones contrapuestas. Duro reproche del jefe de Gabinete.
Por Ramiro Melucci
Los que frecuentan a Horacio Rodríguez Larreta saben que la relación con Alberto Fernández tuvo un antes y un después la noche en que el Presidente anunció el recorte de un punto de la coparticipación. Es probable que la semana que pasó el vínculo entre Guillermo Montenegro y Axel Kicillof haya experimentado un vuelco similar.
El intendente y el gobernador nunca van a dejar de hablar. Pero el diálogo no siempre es sinónimo de confianza. El episodio del avión sanitario, que derivó en un audio del jefe comunal que reprodujeron los grandes medios del país, quizá no sea uno más en una relación que siempre sufrirá los vaivenes de la política partidaria.
Operación política o no, reacción desmedida o no, lo que sucedió tiene las características de esos hechos que dejan a los protagonistas mirando a un lado y a otro a la espera de nuevos coletazos. Hubo mensajes de whatsapp, reuniones por Zoom, promesas de que no volverá a pasar, pero, como en los matrimonios, nunca es igual la relación después del primer desengaño. Suponiendo, claro, que haya sido el primero.
Montenegro propende a sospechar de conjuras kirchneristas. Había visto una mano negra la tarde en que se filtró por primera vez la estadística que maneja la Provincia de casos diarios de coronavirus en Mar del Plata. La volvió a sentir después de que el número local sumara 160 fallecidos de un día para el otro por la actualización de datos que hizo la administración bonaerense. El Frente de Todos argumenta que cada una de esas circunstancias tuvo en cada momento su correspondiente explicación, y que aquella propensión del jefe comunal no es otra cosa que una artimaña para encubrir déficits de gestión.
Hubo mensajes de whatsapp, reuniones por Zoom, promesas de que no volverá a pasar, pero, como en los matrimonios, nunca es igual la relación después del primer desengaño.
La semana posterior a la polémica por el traslado del paciente en un avión sanitario se vio la cara de Montenegro en más de una reunión virtual con funcionarios provinciales de diverso rango. Desde el Zoom del comité de crisis en el que el intendente definió lo ocurrido el fin de semana pasado como “un conflicto político” hasta la videoconferencia con el gobernador e intendentes bonaerenses en que se analizó la situación epidemiológica y se anticipó bajo qué criterios se permitirían aperturas.
En el medio sobresalió el encuentro con el ministro de Turismo de la Nación, Matías Lammens, y el de Producción bonaerense, Augusto Costa, para empezar a diagramar con los jefes comunales de la Costa Atlántica la temporada de verano. Allí, como reveló el intendente de Pinamar, Martín Yeza, la Provincia insistió con su pedido para que se baje la circulación en los distritos donde hay más casos de coronavirus. El jefe de gabinete, Carlos Bianco, lo deslizó con otras palabras cerca del fin de semana: no vendría a veranear a una ciudad con tantos contagios.
Es la enésima confirmación de que la visión de Kicillof sobre la situación de Mar del Plata no converge con la de Montenegro. Otro intendente de la zona parece predispuesto a trasladar el mensaje de la Provincia a un plano más confrontativo. Es el de Villa Gesell, Gustavo Barrera, que le recomendó a Montenegro aplicar normas “para evitar que la gente se contagie y se muera”. No es su primera intervención. Ya había dicho que en Mar del Plata había transmisión comunitaria del virus cuando el intendente contaba noche a noche los nexos epidemiológicos para demostrar lo contrario.
Bianco también confrontó, pero de manera menos directa. Cuestionó a los que hablan de “convivir con el virus” pero no asumen que eso implica “cambiar comportamientos”, y mencionó la “hipocresía” de los que piden mayor apertura después de quejarse por la situación sanitaria. Todo un mensaje.
Otro intendente de la zona parece predispuesto a trasladar el mensaje de la Provincia a un plano más confrontativo. Es el de Villa Gesell, Gustavo Barrera,
La incertidumbre con la que el intendente y sus colaboradores más estrechos vivieron las últimas horas es un síntoma inequívoco del momento que atraviesa la relación. En la mesa chica manejaron versiones contradictorias hasta último momento. Una les aseguraba que entre las localidades alcanzadas por las mayores restricciones anunciadas por el Presidente estaba Mar del Plata. Otra la desmentía. La Provincia estiró el suspenso. “Hay que esperar”, se resignaron en el municipio después de escuchar a Kicillof.
El gobernador Kicillof y ministros bonaerenses anunciaron cómo seguirá el aislamiento en la provincia de Buenos Aires.
En el interior bonaerense seguirá el sistema de fases y en el conurbano comenzará el lunes 19 una etapa de apertura gradual. Eso dijo el gobernador. El encargado de dar mayores detalles será Bianco, que el viernes consideró “ilógico” que haya más aperturas en Mar del Plata. “Es el distrito con más casos diarios en la provincia”, explicó. Justo en la semana en que el intendente celebró en la intimidad un descenso en los contagios.
En el plano funcional, Montenegro tuvo una “buena reunión” –así calificada en despachos municipales– con el jefe de Gabinete del Ministerio de Salud bonaerense, Salvador Giorgi. En la puesta en marcha del plan Detectar, el funcionario anunció que el hospital modular sumará 12 camas de terapia intensiva. La falta de “camas operativas” en ese centro sanitario había sido remarcada por el secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, después del episodio del avión.
“Es el distrito con más casos diarios en la provincia”, explicó Bianco. Justo cuando el intendente celebró en la intimidad un descenso en los contagios.
Hubo otros movimientos. Tras no votar los proyectos de ordenanza aperturistas, el bloque del Frente de Todos convocó a los sectores más afectados a una cita virtual con el ministro de Producción. Participaron actores del comercio, la gastronomía, la hotelería, los balnearios y la nocturnidad, entre otros empresarios de diversos rubros. El encuentro sirvió para acercar posiciones en un momento de tensión.
La mayor presencia de ministros y funcionarios bonaerenses no es casual. En la Provincia vislumbran la intención del municipio de presentar el conflicto político como un enfrentamiento con Mar del Plata. Tratan de desarticular esa hipótesis, que corre por lo bajo y tuvo en el audio del intendente que trascendió la semana pasada una muestra cabal. “Caló hondo”, llegaron a festejarlo en el oficialismo.
El traslado de un paciente con coronavirus a Buenos Aires en avión sanitario generó un conflicto político.
El contraste se profundiza. La Comisión de Reactivación Económica ya tiene un borrador con un plan de aperturas graduales con protocolos para Mar del Plata. Es la “fase propia” que pretende el jefe comunal. Descartada la opción de ponerlo en práctica sin acuerdo de Provincia, el programa será enviado a La Plata para su aprobación. Así como están las cosas, las posibilidades de que eso suceda son las mismas que tiene Carlos Arroyo de presentarse de nuevo y ganar una elección.
La estrategia es poner blanco sobre negro. Como hizo el secretario de Producción, Fernando Muro, cuando celebró la promulgación de la ordenanza de los corredores gastronómicos unas horas después de que Bianco fustigara la insistencia por las reaperturas.
Mientras, en el Concejo Deliberante emerge otra agenda. El Ejecutivo envió el programa para reactivar la industria de la construcción, que incluye la creación del Distrito Tecnológico, y esta semana presentará el plan para el transporte público. Es el pliego de bases y condiciones de la próxima licitación. Un asunto central para el futuro de Mar del Plata que, bien consensuado con la oposición, podría convertirse en una política de Estado de esas que siempre se declaman y casi nunca se concretan.